Salmo 67.
Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos
y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como,
se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
Salmo 34.
Señor, pelea contra los que me atacan; combate
a los que luchan contra mí.
Sufran una derrota y queden avergonzados los
que me persiguen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que
maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento cuando el
Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el
Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte,
sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto, que
los enrede la red que para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me
abrieron. Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y
por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a San Miguel Arcángel.
Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial,
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo “contra
los principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso,
contra los espíritus malignos esparcidos por los aires” (Ef. 6, 12). Ven en
auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza
(Sap. 2, 23), y a tan “alto precio rescatados” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del
demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los combates del
Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus
ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo.
“Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y
Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron
arrojados sus ángeles” (Apoc. 12,.8-9).
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha
erguido con vehemencia. Disfrazado de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14) con la
escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se
instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su
Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de
destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno
dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el
veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la
blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de
amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber
ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido.
Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como
luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la
impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh
invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los
espíritus que le atacan y dale la victoria.
La Iglesia te venera como su guardián y
patrono, se gloría que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e
infernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocarlos en el
estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio
bajo nuestros pies, para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar
a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes
desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta
al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez
encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las
naciones (Apoc. 20). Sigue…
Después de esto, confiados en tu protección y
patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos
a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre
de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes
enemigos.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la
raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre
nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un
sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia,
para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios,
del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los
santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu
auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el
mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.
Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu
maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración
y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu + cristo, para
que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios
y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero +. En adelante no oses,
perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de
Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo +. Te lo manda Dios
Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”
(II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre + te lo manda Dios Hijo +; te lo manda Dios
Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios
hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se
humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó
su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los “poderes del infierno nunca
prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días
hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la
Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la
excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer
instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +.
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro
y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la sangre de los mártires y la
piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +. Por tanto, maldito dragón y
toda legión diabólica, te conjuramos por Dios + vivo, por Dios + verdadero, por
Dios + santo, que “de tal modo amó al mundo que entrego a su unigénito Hijo,
para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan
3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno
de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su
libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la
salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado
semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica,
la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano
de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible
Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están
sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a
quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo,
Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un
sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de
los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los
Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios
de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte,
el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede
haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo
reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se
digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y
maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura
libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.
(Se rocía con agua bendita el lugar y a los
presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de
nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).
Padre nuestro …
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