Ellos creen
que Miguel protegió a Israel durante su éxodo en el desierto y que además fue
uno de los tres ángeles que anunciaron el nacimiento de Isaac. Su importancia
es tal que en el Talmud su relación con los demás ángeles es vista como análoga
a la relación entre el Sumo Sacerdote y el pueblo de Israel, ante el cual se
piensa que sirvió de intermediario cuando fue interlocutor inmediato de Moisés
en el Monte Sinaí.
Actualmente se lo invoca como protector de las sinagogas y
su importancia es tan grande que, en la liturgia de Yom Kipur[5], se concluye
diciendo: “Miguel, príncipe de misericordia, orad por Israel”
En la
tradición rabínica se le llama “Príncipe de las Naciones” y se dice de él que es “uno de los Príncipes
Jefes”. Ciertas interpretaciones lo han situado como el maestro de Moisés
durante el Éxodo y como quien protegió a los israelitas del ejército egipcio
cuando cruzaban el Mar Rojo.
Se cree así que ejerce la función de “Abogado de
Israel” (lo que concuerda con el título de “Abogado de los Judíos” que le da la
Cábala) frente a Samael (Satanás). También se cree que fue él quien anunció a
Lot la destrucción de Sodoma y Gomorra y, según Rabí Eliezer ben Jacob, fue
Miguel el que salvó a Abraham del horno al que Nimrod lo había arrojado
La
literatura apócrifa judía le ha concedido una gran relevancia. Así, en el
famoso Libro de Enoc[6], se lo nombra varias veces como el “Gran Capitán” y se
dice de él que es muy paciente y misericordioso y que es el ángel que se
encarga de la mejor parte de la Humanidad y del pueblo judío.
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