San Miguel
Arcángel La santidad del espíritu no se puede improvisar ni siquiera en el
Cielo. El valeroso grito de San Miguel: “Quien (es) como Dios” encierra todos
los misterios de su ascensión a la sublime cima de la santidad.
Humildad:
Más que por
su gloria e invencible poder San Miguel brilla en su profunda humildad. Ve con
claridad, que todo ser creado de frente al Ser Increado, es verdaderamente
nada, aunque esté lleno de dones y privilegios y de toda Gracia excelsa. En vez
de embriagarse de su belleza y de enorgullecerse como le sucedió a Lucifer, San
Miguel se humilló, sintiéndose indigno de tanta preferencia.
Obediencia:
Antes de
que el cielo y el Universo fueran creados, la obediencia ya existía en la
Voluntad del Verbo Divino: “Yo vengo para hacer tu Voluntad oh Padre”.
Obediencia era la puerta para San Miguel y para los Ángeles que conducía a la
gloria de la Visión Beatífica de Dios. San Miguel con gran ardor se sometía a
las órdenes y a los decretos divinos.
La
obediencia fue la prueba para nuestros progenitores, y a la obediencia será
para cada hombre la única puerta para entrar en las delicias del Señor:
….”Si vosotros
queréis entrar en la Vida Eterna, observad los Mandamientos” (Mt 19, 17).
La
perfección consiste en obedecer con gran amor, con todo el corazón, no por
temor servil del castigo que sigue al pecado, o porque “es obligado” sino solo
por puro amor, como lo hizo San Miguel.
En la
obediencia están contrapuestas dos voluntades: la Voluntad Increada de Dios y
la voluntad creada y dotada del libre albedrío de la criatura. Ahora, no tomar
en consideración un deseo expresado por la voluntad Increada es una ofensa
infinita al Ser Infinito que es Dios. La desobediencia no puede ser castigada
en la sustancia, porque el infractor es un ser creado y de dimensión y con
facultades limitadas: por lo tanto es castigada-si no se arrepiente- en el
tiempo con dolores eternos, como les sucedió a los ángeles rebeldes y a los
hombres que son sus secuaces.
La raíz de
todo pecado siempre es la desobediencia. Dios dice: “no robar, no matar, no
cometer adulterio, no desear, etc…”, pero las criaturas despreocupadas y necias
viven como si un día no debieran rendir cuentas al Creador. Si el mundo está
mal es porque “no hay nadie que reflexione en su corazón”.
Para
reparar el pecado en su sustancia, era necesario un Ser Infinito en su
Sustancia y Naturaleza, que es solo Dios. Jesucristo cumple esta caridad a
favor del género humano, por obediencia a su Padre. Toda la Eternidad no será
suficiente para agradecer esta condescendencia del Hijo de Dios que ha pagado
con su Pasión y muerte nuestras deudas. También para los pobres condenados toda
la eternidad no será suficiente para llorar la propia necedad, por no haberse
dado cuenta del Divino Amor que sacrificó a su Unigénito, solo para hacernos
felices en el Reino de los Cielos. Si el amor de la madre terrenal para con sus
hijos es grande, este es una pálida sombra del Amor Paternal de Dios para con
sus pequeñas criaturas. ¡A pesar de esto la humanidad se niega y pisotea a Dios
y a su Santa Ley¡
Que la
obediencia de San Miguel Arcángel nos dé la fuerza y la sabiduría para no
imitar a los ángeles rebeldes, los cuales destruyeron el tiempo precioso de su
prueba con un orgullo indomado, vanidad, envidias, ambiciones, desobediencia.
Pecados que nos han privado, de su “Visión Beatífica” para siempre.
Confianza:
San Miguel
es grande en su confianza en Dios. Cuando apenas vio que su Creador era
ofendido, estuvo listo para defender el Honor Divino. No temió y no retrocedió
delante a la superioridad y a la fuerza mayor del adversario. Confió con todo
el corazón en la asistencia de Dios, afrontó la batalla en contra de Lucifer,
Después de esto, los Cielos proclamaron su victoria Su valentía y su celo
sagrado dieron valor a los Angeles buenos para defender junto a él al Verbo
Divino en su humilde naturaleza humana y con El, a su futura Madre.
Amor:
¿Quién
podría comprender el amor ardiente, que San Miguel siente por su Dios y el amor
con el cual Dios corresponde a este efecto? Ya en el tiempo de la prueba su
amor aplacó los ardores de los más altos Serafines y de todos los otros
Ángeles. Nadie estuvo tan adolorido con San Miguel, viendo el ultraje y la
desobediencia para con su amado Señor. Confirmado en Gracia, en la Visión
Beatífica de Dios este amor se sublimó. Aún más pero siempre estará cubierto
por el secreto del Rey de Reyes.
Quien ama
verdaderamente a San Miguel, debe imitarlo difundiendo en la tierra el honor de
Dios, Uno y Trino, y el honor de su representante, el Papa, que a menudo es
ultrajado por la prensa. La Televisión, y por muchos enemigos de la Fe.
Caridad:
Un acto de
caridad es como el sol, porque contiene un rayo de la “sustancia divina”, Como
dice San Juan: “!Dios es caridad¡ . No se puede amar a Dios, y odiar al
prójimo, que es su imagen y semejanza. En medida diferente y con obligaciones
diferentes, todos hemos salido de la mano de Dios, creados con Amor Infinito.
Un padre no quiere privarse nunca de sus hijos. San Miguel en su humilde
contemplación comprendió el ansia divina y su Santa Voluntad de salvar a todos
los Ángeles. Con Infinita Paciencia, Dios espera… espera, esperando contra toda
esperanza que no deba intervenir con la Justicia Divina ¡Pero es en vano¡
¡Lucifer en su belleza perdió la sabiduría¡.
¡Cuántos
imitadores tiene su insensatez también entre los hijos de Adán, para abandonar
la verdadera luz y escoger las tinieblas¡
San Miguel
al ver el creciente tumulto. La turbación por la incertidumbre de los Ángeles
que vacilaban, con celo ardiente y con una caridad delicada exhorta una vez más
a todos los Ángeles para que sean fieles a su Creador. Así salvó a muchos de la
caída, ¡los cuales agradecen eternamente su caridad¡
Grande es
la caridad de San Miguel también para con la entera familia humana, ya sea en
el Antiguo o en el Nuevo Testamento. Sus numerosas apariciones sirven para
tener encendida la llama de la Fe en Jesucristo, su Rey. Una predilección
especial y un socorro inmediato muestra siempre para con sus devotos en esta
vida y una asistencia especial prodiga en la hora de la muerte.
Fidelidad:
La
fidelidad de San Miguel es un ejemplo luminoso no solo para los Ángeles, sino
también para nosotros pobres mortales. En ningún instante de su existencia
perdió de vista el fin por el cual Dios lo creó: alabar, adorar, amar,
agradecer y servir con toda la fuerza a su Creador, y asistir con amoroso
cuidado a los Ángeles, y a todos los hombres. También Jesucristo exige una
fidelidad semejante a sus seguidores: “Sí alguno se declara a mi favor delante de
los hombres, y también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial;
pero quien me niega delante de los hombres. Yo también lo negaré delante de mi
padre celestial” (Mt 10, 32-33).¡¡¡Quién tenga oídos, que entienda!
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