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19 mar 2014

San Miguel Arcángel Espacio dedicado al príncipe de la milicia Celestial


San Miguel Arcángel La santidad del espíritu no se puede improvisar ni siquiera en el Cielo. El valeroso grito de San Miguel: “Quien (es) como Dios” encierra todos los misterios de su ascensión a la sublime cima de la santidad.

Para poder exclamar: “¿Quién es como Dios?”, Fue necesario por parte de San Miguel un conocimiento más íntimo, más perfecto de Dios y de sí mismo. Esto no habría sido posible sin una continua, amorosa y humilde contemplación de las Divinas Perfecciones. En estas meditaciones maduraban los frutos copiosos, y todo tipo de virtud que aumentaban su santidad al igual que su dignidad. A los Ángeles la futura vida terrenal del Verbo Divino, fue como un libro abierto donde podían aprender todas las virtudes heroicas de su Sagrada Humanidad, como humildad, obediencia, paciencia, caridad, etc.

Humildad:

Más que por su gloria e invencible poder San Miguel brilla en su profunda humildad. Ve con claridad, que todo ser creado de frente al Ser Increado, es verdaderamente nada, aunque esté lleno de dones y privilegios y de toda Gracia excelsa. En vez de embriagarse de su belleza y de enorgullecerse como le sucedió a Lucifer, San Miguel se humilló, sintiéndose indigno de tanta preferencia.


Obediencia:

Antes de que el cielo y el Universo fueran creados, la obediencia ya existía en la Voluntad del Verbo Divino: “Yo vengo para hacer tu Voluntad oh Padre”. Obediencia era la puerta para San Miguel y para los Ángeles que conducía a la gloria de la Visión Beatífica de Dios. San Miguel con gran ardor se sometía a las órdenes y a los decretos divinos.

La obediencia fue la prueba para nuestros progenitores, y a la obediencia será para cada hombre la única puerta para entrar en las delicias del Señor:

….”Si vosotros queréis entrar en la Vida Eterna, observad los Mandamientos” (Mt 19, 17).

La perfección consiste en obedecer con gran amor, con todo el corazón, no por temor servil del castigo que sigue al pecado, o porque “es obligado” sino solo por puro amor, como lo hizo San Miguel.

En la obediencia están contrapuestas dos voluntades: la Voluntad Increada de Dios y la voluntad creada y dotada del libre albedrío de la criatura. Ahora, no tomar en consideración un deseo expresado por la voluntad Increada es una ofensa infinita al Ser Infinito que es Dios. La desobediencia no puede ser castigada en la sustancia, porque el infractor es un ser creado y de dimensión y con facultades limitadas: por lo tanto es castigada-si no se arrepiente- en el tiempo con dolores eternos, como les sucedió a los ángeles rebeldes y a los hombres que son sus secuaces.

La raíz de todo pecado siempre es la desobediencia. Dios dice: “no robar, no matar, no cometer adulterio, no desear, etc…”, pero las criaturas despreocupadas y necias viven como si un día no debieran rendir cuentas al Creador. Si el mundo está mal es porque “no hay nadie que reflexione en su corazón”.

Para reparar el pecado en su sustancia, era necesario un Ser Infinito en su Sustancia y Naturaleza, que es solo Dios. Jesucristo cumple esta caridad a favor del género humano, por obediencia a su Padre. Toda la Eternidad no será suficiente para agradecer esta condescendencia del Hijo de Dios que ha pagado con su Pasión y muerte nuestras deudas. También para los pobres condenados toda la eternidad no será suficiente para llorar la propia necedad, por no haberse dado cuenta del Divino Amor que sacrificó a su Unigénito, solo para hacernos felices en el Reino de los Cielos. Si el amor de la madre terrenal para con sus hijos es grande, este es una pálida sombra del Amor Paternal de Dios para con sus pequeñas criaturas. ¡A pesar de esto la humanidad se niega y pisotea a Dios y a su Santa Ley¡

Que la obediencia de San Miguel Arcángel nos dé la fuerza y la sabiduría para no imitar a los ángeles rebeldes, los cuales destruyeron el tiempo precioso de su prueba con un orgullo indomado, vanidad, envidias, ambiciones, desobediencia. Pecados que nos han privado, de su “Visión Beatífica” para siempre.


Confianza:

San Miguel es grande en su confianza en Dios. Cuando apenas vio que su Creador era ofendido, estuvo listo para defender el Honor Divino. No temió y no retrocedió delante a la superioridad y a la fuerza mayor del adversario. Confió con todo el corazón en la asistencia de Dios, afrontó la batalla en contra de Lucifer, Después de esto, los Cielos proclamaron su victoria Su valentía y su celo sagrado dieron valor a los Angeles buenos para defender junto a él al Verbo Divino en su humilde naturaleza humana y con El, a su futura Madre.

Amor:

¿Quién podría comprender el amor ardiente, que San Miguel siente por su Dios y el amor con el cual Dios corresponde a este efecto? Ya en el tiempo de la prueba su amor aplacó los ardores de los más altos Serafines y de todos los otros Ángeles. Nadie estuvo tan adolorido con San Miguel, viendo el ultraje y la desobediencia para con su amado Señor. Confirmado en Gracia, en la Visión Beatífica de Dios este amor se sublimó. Aún más pero siempre estará cubierto por el secreto del Rey de Reyes.

Quien ama verdaderamente a San Miguel, debe imitarlo difundiendo en la tierra el honor de Dios, Uno y Trino, y el honor de su representante, el Papa, que a menudo es ultrajado por la prensa. La Televisión, y por muchos enemigos de la Fe.


Caridad:

Un acto de caridad es como el sol, porque contiene un rayo de la “sustancia divina”, Como dice San Juan: “!Dios es caridad¡ . No se puede amar a Dios, y odiar al prójimo, que es su imagen y semejanza. En medida diferente y con obligaciones diferentes, todos hemos salido de la mano de Dios, creados con Amor Infinito. Un padre no quiere privarse nunca de sus hijos. San Miguel en su humilde contemplación comprendió el ansia divina y su Santa Voluntad de salvar a todos los Ángeles. Con Infinita Paciencia, Dios espera… espera, esperando contra toda esperanza que no deba intervenir con la Justicia Divina ¡Pero es en vano¡ ¡Lucifer en su belleza perdió la sabiduría¡.

¡Cuántos imitadores tiene su insensatez también entre los hijos de Adán, para abandonar la verdadera luz y escoger las tinieblas¡

San Miguel al ver el creciente tumulto. La turbación por la incertidumbre de los Ángeles que vacilaban, con celo ardiente y con una caridad delicada exhorta una vez más a todos los Ángeles para que sean fieles a su Creador. Así salvó a muchos de la caída, ¡los cuales agradecen eternamente su caridad¡

Grande es la caridad de San Miguel también para con la entera familia humana, ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. Sus numerosas apariciones sirven para tener encendida la llama de la Fe en Jesucristo, su Rey. Una predilección especial y un socorro inmediato muestra siempre para con sus devotos en esta vida y una asistencia especial prodiga en la hora de la muerte.

Fidelidad:


La fidelidad de San Miguel es un ejemplo luminoso no solo para los Ángeles, sino también para nosotros pobres mortales. En ningún instante de su existencia perdió de vista el fin por el cual Dios lo creó: alabar, adorar, amar, agradecer y servir con toda la fuerza a su Creador, y asistir con amoroso cuidado a los Ángeles, y a todos los hombres. También Jesucristo exige una fidelidad semejante a sus seguidores: “Sí alguno se declara a mi favor delante de los hombres, y también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial; pero quien me niega delante de los hombres. Yo también lo negaré delante de mi padre celestial” (Mt 10, 32-33).¡¡¡Quién tenga oídos, que entienda!

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