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23 feb 2014

Divino Niño Jesús
Novena recomendada
por el Padre Juan del Rizzo






Jesús mío, mi amor, mi hermoso Niño, te amo tanto...
Tú lo sabes, pero yo quiero amarte más:
haz que te ame hasta donde no pueda amarte más una criatura,
que te ame hasta morir...

Ven a mí, Niño mío; ven a mis brazos,
ven a mi pecho, reclínate sobre mi corazón
un instante siquiera,
embriágame con tu amor.

Pero si tanta dicha no merezco,
déjame al menos que te adore,
que doblegue mi frente sobre el césped
que huellas con tus pies,
cuando andas en el pastoreo de tu rebaño.

Pastorcillo de mi alma, pastorcito mío,
mira esta ovejita tuya
cómo ansiosa te busca, cómo anhela por Ti.
Quisiera morar contigo para siempre
y seguirte a donde quiera que fueras,
para ser en todo momento iluminada
con la lumbre de tus bellísimos ojos
y recreada con la sin par
hermosura de tu rostro
y regalada con la miel dulcísima
que destila de tus labios.

Quisiera ser apacentada de tu propia mano
y que nunca más quitaras tu mano de ella.
Más, quisiera Jesús mío:
quisiera posar mis labios
sobre la nívea blancura de tus pies.


Sí, amor mío, no quieras
impedirme tanto bien;
déjame que me
anonade a tus plantas
y me abrace con tus pies
y los riegue
con las lágrimas salidas
de mi pecho amante, encendidas en el sagrado fuego de tu amor;
déjame besarte y después...
no quiero más,
muérame luego.
Sí, muérame amándote, muérame por tu amor,
muérame por Ti, Niño mío que eres sumo bien,
mi dicha, mi hermosura, la dulzura de mi alma,
la alegría de mi pecho, la paz de mi corazón,
el encanto de mi vida.

Ah, morir enfermo de amor
y de amor por Ti,
luz mía, qué dicha para mi alma,
que consuelo, qué felicidad.

Todo tuyo es mi ser, pues de la nada lo creaste
y me lo diste y otra vez vino a ser tuyo
cuando me redimiste y con el precio de tu sangre
me compraste; y otras tantas veces hasta hoy,
he sido tuyo, cuántos son los instantes
que he vivido pues esta vida que tengo,
Tú mismo a cada instante me la otorgas,
la conservas y la guardas.

Por eso, Jesús mío, a Ti quiero tornarme,
de quien tantos bienes en uno he recibido.
Tú, pues, serás hoy más, mi dueño único.
Tú, el único amado de mi alma,
porque sólo Tú eres mi Padre
y mi Hermano y mi Amigo;
y sólo tú eres mi Rey y Creador
y Redentor y Tú sólo mi Dios
y mi soberano Señor.

Dulce Jesús mío, Divino Niño de mi alma:
dime una vez más que sí me amas
y dame en prenda de amor,
de amor eterno, tu Santa Bendición:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


Rezar tres Padrenuestros y una Salve
al final de cada día.
Procurar comulgar todos los días de la Novena
o al menos el último día.
Confesarse al inicio o en cualquier día de la Novena.

No dejar de rezar hasta haber obtenido la gracia.

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