La
tradición cristiana nos dice que San Miguel Arcángel es uno de los siete
arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros
dos son Gabriel y Rafael. La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar
entre los arcángeles y le llama "Príncipe de los espíritus
celestiales", "jefe o cabeza de la milicia celestial". Ya desde
el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra
el demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento (2).
El mismo
nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que es un clamor de entusiasmo y
fidelidad. Significa "Quién como Dios". Satanás tiembla al escuchar
su nombre, ya que le recuerda el grito de noble protesta que este arcángel
manifestó cuando se rebelaron los ángeles. San Miguel manifestó su fortaleza y
poder cuando peleó la gran batalla en el cielo. Por su celo y fidelidad para
con Dios gran parte de la corte celestial se mantuvo en fidelidad y obediencia.
Su fortaleza inspiró valentía en los demás ángeles quienes se unieron a su
grito de nobleza: "¡¿Quién como Dios?!." Desde ese momento se le
conoce como el capitán de la milicia de Dios, el primer príncipe de la ciudad
santa a quien los demás ángeles obedecen (3).
Su
principal cometido es ser el protector frente a las tentaciones del diablo, que
aprovecha cada resquicio para pervertir al alma, el momento más crítico es
cuando el ánima está esperando reunirse con Dios, es en ese estado de espera
cuando Satanás intenta seducir al espíritu y así lo pueda arrebatar y llevar a
su reino. Es cuando más se manifiesta San Miguel y continúa su ministerio
angélico en relación a los hombres hasta que nos lleva a través de las puertas
celestiales. No solo durante la vida terrenal, San Miguel defiende y protege
nuestras almas, el nos asiste de manera especial a la hora de la muerte ya que
su oficio es recibir las almas de los elegidos al momento de separarse de su
cuerpob (4).
En la
liturgia la Iglesia nos enseña que este arcángel esta puesto para custodiar el
paraíso y llevar a el a aquellos que podrán ser recibidos ahí. A la hora de la
muerte, se libra una gran batalla, ya que el demonio tiene muy poco tiempo para
hacernos caer en tentación, o desesperación, o en falta de reconciliación con
Dios. Por eso es que en estos momentos se libra una gran batalla espiritual por
nuestras almas. San Miguel, esta al lado del moribundo defendiéndole de las
asechanzas del enemigo (5).
Así pues su
invocación (6) no es causal sino oportuna, pues tiene la misión de protector,
al igual que el hábito de la Virgen del Carmen o de San Francisco proporcionan
gracia en la hora fatídica de separarse el alma de su contenedor físico. Son
pues diversos medios de obtener gracia para estar preparado a la hora de la
muerte. Ante la perdida de la vida no hay certeza posible, sólo existe
la intermediación que los agentes salvíficos, que se consiguen mediante la
devoción fervorosa a una o varias advocaciones, pueden proporcionan para llevar
a cabo la reconciliación de la persona con el Juez Divino. Y es la Iglesia
quien tiene a su disposición los medios para conseguir que esa salvación
anhelada sea posible, pues recoge en su seno todo el mundo de santidad que a
través de generaciones se ha ido fraguando y que son los intercesores junto a
la Virgen María que pueden abogar por el ánima ante Jesucristo Juez.
Desde el punto de vista icnográfico es representado como el
ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su talón sobre la cabeza
del enemigo infernal, amenazándole con su espada, traspasándolo con su lanza, o
presto para encadenarlo para siempre en el abismo del infierno. La cristiandad
desde la Iglesia primitiva venera a San Miguel como el ángel que derrotó a
Satanás y sus seguidores y los echó del cielo con su espada de fuego. Es
tradicionalmente reconocido como el guardián de los ejércitos cristianos contra
los enemigos de la Iglesia y como protector de los cristianos contra los
poderes diabólicos, especialmente a la hora de la muerte (7).
Tres muestras de las diversas manifestaciones artistas donde
encontramos su culto, la primera, corresponde a frescos realizados hacia el año
1.300 en estilo gótico lineal por el llamado Maestro de Foces, datadas en el
1.300 (Siglo XIV), donde se ve como lleva las oraciones que los fieles hacen
para que le lleguen a Dios; La segunda es una escultura perteneciente al
Retablo mayor realizado en 1700 por Lucas Ortiz del Boar (8), de la Iglesia
Valenciana; y la tercera es la vidriera que aparece en San Miguel Vaxjo (9).
Son solamente unas muestras representativas del vasto legado artístico en que
viene reflejado el culto al santo referido.
Su devoción se ha extendido a lo largo del tiempo. Del mismo
modo su representación ha girado según el gusto pictórico que lo recrea, así,
aparece en las primeras pinturas góticas donde aparece portando el incienso
(10), hasta las manifestaciones que lo idealizan como guerrero y donde aparece
en doble variante, encadenando u oprimiendo su talón al Diablo para meterlo en
su abismo. No se sabe muy bien de donde partió su primer lugar de culto, se
supone que en las Catacumbas romanas aparece el primer testimonio que de su
culto tenemos y que después fue realizando apariciones y se fu difundiendo por
los diferentes continentes. De ello tenemos buena prueba pues en la Nueva
Tierra fue implantado por los conquistadores y después se produjo el
sincretismo.
La fiesta
que se le tributa es el día 8 de septiembre, es propia de su devoción después
se instituirá la compartida dedicándose a los tres arcángeles (10). En España
encontramos pueblos e iglesias dedicadas a su advocación:
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