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28 nov 2013

Historia y Apariciones de san Miguel




Desde los tiempos de Jesús, los hebreos creían que san Miguel era el ángel encargado por Dios para cuidar las fuentes de agua que tienen efectos curativos. En la tradición, se le considera como el ángel que guió al pueblo de Israel por el desierto y le hizo atravesar el mar Rojo; también el que hizo que el agua brotara de la roca que Moisés tocó con su bastón para así calmar la sed del pueblo. En el Evangelio de san Juan, capítulo 5, se habla del ángel que movía las aguas de la piscina de Betesda y que algunos creen que era san Miguel.

El año 452, Atila con su ejército se presentó a las puertas de Roma dispuesto a conquistarla a sangre y fuego. El Papa León I consagró Roma a san Miguel arcángel y, después, salió al encuentro de Atila. Y ocurrió el milagro. Atila se alejó de Roma. Inmediatamente, edificaron una iglesia al arcángel san Miguel, que le fue consagrada el 29 de setiembre y desde entonces ese es el día de la fiesta de san Miguel. Después del concilio Vaticano II, se le añadió también la fiesta de los arcángeles Gabriel (25 marzo) y Rafael (24 octubre).

El culto a san Miguel estaba muy difundido en Egipto. Se sabe que en el siglo IV había un templo consagrado a él. La iglesia de Alejandría puso bajo su protección al río Nilo del que dependía la riqueza del país. Su fiesta la celebraban el 12 de junio, período en el que el río comenzaba a crecer.

En Constantinopla había una iglesia dedicada a san Miguel, edificada por el emperador Constantino. Se le llamaba Michaelion y se creía que el arcángel se había aparecido allí y obraba milagros.

Sobre esto, escribe mucho el historiador Sozomeno. Sozomeno nació en Palestina en el siglo V y vivió en Constantinopla como abogado y autor de varios libros de historia de la Iglesia. Él dice:

"Todos los que tenían grandes penas o tenían enfermedades incurables se acercaban al templo a orar y pronto se libraban de sus penas".

Los emperadores bizantinos, como refiere el historiador Raymond Jenin, edificaron varios templos a san Miguel, considerado el protector del Imperio. En Constantinopla y sus alrededores, había unos 16 santuarios dedicados al arcángel.

El cronista bizantino Johannes Malalas (491-565), autor del libro Cronografía, donde anotaba los hechos notables de su tiempo, hace muchas referencias a san Miguel con relación a los emperadores bizantinos.

Es conocido el hecho que cuenta san Eusebio en su Historia eclesiástica (IX, 9), donde informa que Constantino tuvo una visión en la Galia. Vio una cruz con la frase in hoc signo vinces (con esta señal vencerás). A raíz de esta visión, hizo preparar un estandarte con la cruz, y san Miguel lo llevó a la victoria. Parece que esta visión fue cierta, ya que parece del todo inverosímil que hubiese imaginado algo tan impopular en un ejército mayoritariamente pagano en aquel entonces. El año 313 dio el reconocimiento oficial del cristianismo en todo el imperio.

Durante el pontificado de san Gregorio Magno, en el año 590, una terrible peste estaba haciendo una horrible mortandad entre la población de Roma. El Papa ordenó que se hiciera una procesión penitencial desde Santa María la Maggiore. El mismo Papa llevaba una estatua de la Virgen durante la procesión.

Cuando llegaron al puente sobre el Tíber, oyeron cantos de ángeles y, de pronto, sobre el castillo de Adriano, que hoy se llama Castel Sant´Angelo (Castillo del santo ángel), se apareció el arcángel san Miguel. En su mano llevaba una espada. En esemomento, cesó la peste.

A santa Juana de Arco (1412-1431) se le manifestó el arcángel en diversas ocasiones, pidiéndole que tomara las armas para defender a su país. A los 13 años, comenzó a oír las voces del arcángel. En el proceso que le hicieron afirmó que la primera aparición fue de san Miguel.

Dice: «Lo vi con los ojos. No estaba solo, estaba en compañía de ángeles del cielo».

La voz del arcángel le enseñaba a comportarse bien y a frecuentar la iglesia. Pronto se unieron a san Miguel la visita de santa Catalina y santa Margarita. Con su ayuda, ella consiguió convencer al delfín para que la acompañara a Reims para ser coronado rey. También le dijeron que sería tomada presa. La quemaron viva a los 19 años. El proceso de rehabilitación tuvo lugar en 1455 por deseo del rey Carlos VIII y del Papa Calixto III.

San Francisco de Paula (1456-1508) tenía mucha devoción a san Miguel, quien se le apareció en una visión y le inspiró el lema de su Orden de los Mínimos que había fundado. El lema era Charitas (amor). San Alfonso María de Ligorio, fundador de los Redentoristas, era tan devoto de san Miguel que, en cada habitación de la curia episcopal, había puesto un cuadro de san Miguel y quiso que sus religiosos renovasen cada año sus votos en la fiesta de san Miguel.

En 1733, cuando san Gerardo Maiella tenía 7 años, un día, mientras asistía a misa, se acercó al altar para recibir la comunión, pero el sacerdote se la negó, porque era todavía un niño y en aquel tiempo sólo recibían la comunión a los doce años. El pequeño se quedó triste. Por la noche, se le apareció el arcángel y le dio la comunión.

San Pablo de la Cruz (1694-1775), fundador de los pasionistas, era un gran devoto del arcángel y lo nombró como uno de los principales patronos de su Congregación.

La beata Rosa Gattorno (1831-1900), gran mística italiana habla de que san Miguel era su ángel protector, y sobre ello nos cuenta:

«Mientras rezaba vi a mi arcángel san Miguel con la espada desenvainada en acto de defenderme… Él me confortó y desapareció. Quedé llena de fuerza y vigor y hubiera afrontado mil ejércitos.
Un día me encomendaba a mi ángel de la guarda y, más aún, a aquel que me dio mi Jesús, Miguel arcángel. Vi un grupo de demonios encendidos que se precipitaban unos sobre otros. El ángel Miguel los mataba con su espada, pero sólo figuraba el acto de esta matanza, pues en realidad no los tocaba… Después de medianoche, incendiaron la puerta de la casa. Salté de la cama hacia la ventana y mientras me ponía el velo, sentía que me sugerían cómo tenía que hacer y Miguel me decía: “Yo estoy contigo, quédate tranquila”.

"Otro día fui a comulgar, pues estaba muy mal en este mes de marzo de 1875. Estaba muy turbada, pero apenas lo recibí en la comunión, lo vi a mi lado. El ángel Miguel, junto conmigo, hacía el agradecimiento y con las manos juntas adoraba a Dios".

"¡Cuánto sufrí en mi viaje a Roma! No sé cómo expresarlo. Era tal la rabia de los espíritus infernales que sólo mi ángel san Miguel los podía retener… Mi ángel Miguel los echaba con la espada desenvainada. Se fueron lejos y no los vi ni los escuché más".

El santo Pío de Pietrelcina (1885-1968) era muy devoto de san Miguel. Por eso, muchos autores creen que fue él quien se le apareció el 5 de agosto de 1918. Dice:

«Me vi ante un misterioso personaje con una larguísima lanza bien afilada, de la que parecía salir fuego de la punta».

En el tercer secreto de Fátima, dice Lucía:
«Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más en alto, un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda». Muchos los identifican claramente con san Miguel.

Cuenta la beata Ana Catalina Emmerick (1771-1824) en sus
Revelaciones:

«He visto la iglesia de san Pedro (Roma). Sobre ella resplandecía el arcángel san Miguel vestido de color rojo, teniendo una gran bandera de combate en las manos. La tierra era un inmenso campo de batalla. Los verdes y los azules luchaban contra los blancos: éstos, sobre los cuales había una espada de fuego, parecían que iban a sucumbir.
»El arcángel descendió y se acercó a los blancos. Lo vi delante de todos. Ellos cobraron gran valor, sin saber de dónde les venía. El ángel derrotó a los enemigos, los cuales huyeron en todas direcciones. La espada de fuego, que estaba sobre los blancos, desapareció. En medio del combate, aumentaban las filas de los blancos: grupos de adversarios pasaban a ellos y, una vez, se pasaron un gran número. Sobre el campo de batalla había en el espacio, legiones de santos que hacían señales con las manos; diferentes unos de otros, pero animados del mismo espíritu»"

Nos dice santa Faustina Kowalska (1905-1938) en su Diario:

«En el día de san Miguel vi a este gran guía junto a mí, que me dijo estas palabras:

“El Señor me recomendó tener un cuidado especial de ti. Has de saber que eres odiada por el mal, pero no temas. ¡Quién como Dios!”.
Y desapareció. Sin embargo, siento su presencia y su ayuda».

Durante la primera guerra mundial hay un hecho bien documentado. En Mons (Bélgica) se aparecieron a los soldados en el campo de batalla muchos ángeles. Los aliados estaban a punto de sufrir una terrible derrota y pudieron ganar la batalla. Los soldados británicos afirmaban haber visto a san Jorge y lo describían como de cabellos rubios y armadura dorada, montado en un caballo blanco. Los soldados franceses aseguraban que era el arcángel san Miguel, cabalgando en un caballo blanco. Después de la guerra, los alemanes brindaron su visión de la historia. Los soldados de caballería afirmaron que sus monturas se negaron, de repente, a perseguir al enemigo. Y dijeron que las posiciones aliadas, a las que atacaban, se hallaban defendidas por miles de hombres, cuando en realidad sólo había dos regimientos.

Unas religiosas me escribían:

«En nuestra Comunidad se profesa gran devoción a los ángeles, en especial, a san Miguel, al cual se atribuye la asistencia milagrosa durante la invasión francesa de 1648. Todos los templos, conventos y casas particulares de la ciudad fueron saqueados y robados, menos nuestro convento. Varias veces lo intentaron; pero, al quererlo ejecutar, aparecía un hombre de aspecto hermoso, alto de estatura, que con una espada en la mano, defendía la puerta de entrada.
»Las religiosas creyeron que se trataba de algún oficial francés, pero cuando quisieron buscarlo para agradecérselo, no se halló a ninguno que diese noticia de tal capitán ni que hubiera hombre con tales señales. Por eso, se creyó que había sido el arcángel san Miguel, patrono de la Comunidad, del que hemos recibido muchos insignes beneficios. Hoy tenemos su imagen en destacados lugares de la casa. También tenemos devoción a nuestros ángeles custodios y al santo ángel de la ciudad.»

Durante la guerra de Corea, tuvo lugar un acontecimiento extraordinario. Un soldado americano, de nombre Miguel, experimentó palpablemente la ayuda de su patrono, a quien tenía mucha devoción. Un día de invierno hizo un recorrido con su patrulla. En cierto momento, se alejó de sus compañeros y vio a un soldado nuevo, a quien dijo:

"-No te conozco, pensaba que conocía a todos los de mi compañía.
-Soy nuevo, apenas llegado, me llamo Miguel.
-Yo también me llamo Miguel.
Estaba nevando y subieron a una colina. De pronto, aparecieron 7 soldados comunistas. Estaban a unos 40 metros.
-A tierra, le gritó el nuevo Miguel.
-Pero Miguel había sido alcanzado en el pecho. Después de eso, lo único que recordaba era ser llevado por unos brazos fuertes. Cuando estuvo seguro, vio al nuevo Miguel radiante de gloria y la cara luminosa como el sol, con una espada en la mano, que brillaba con miles de luces. Después, se desvaneció.
Los otros compañeros llegaron, lo ayudaron y le curaron la herida. Y él preguntó:

-¿Dónde está Miguel?

Pero no había otro Miguel y nadie lo había visto. Sin embargo, aquellos soldados comunistas habían quedado muertos sin que él les hubiera disparado.

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