Miguel
(Mi-kha-el) significa Quién como Dios. Algunos han visto a san Miguel en la
aparición a Josué, pues se presenta con una espada desnuda en la mano, tal como
se representa a san Miguel. Le dijo a Josué:
"Soy
un príncipe del ejército de Yahvé… Descalza tus pies, porque el lugar que pisas
es santo (Jos 5, 13-15).
Cuando el
profeta Daniel tuvo una visión y quedó como muerto, dice:
"Pero
Miguel, uno de los príncipes supremos, vino e mi ayuda y yo prevalecí allí
sobre los reyes de Persia (Dan 10, 13).
Y uno que
parecía un hijo de hombre le habló y le dijo: Yo te daré a conocer lo que está
escrito en el libro de la verdad. Nadie me ayuda contra ellos, si no es Miguel,
vuestro príncipe (Dan 10, 21)".
Entonces se
alzará Miguel, el gran príncipe, el defensor de los hijos de tu pueblo, y será
un tiempo de angustia tal como no lo hubo desde que existen las naciones hasta
ese día (Dan 12, 1)".
En el Nuevo
Testamento se dice en la carta de san Judas Tadeo:
"El
arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir un juicio injurioso, sino que dijo: Que el
Señor te reprenda (Jud 9)".
Pero, sobre
todo, es en el capítulo 12 del Apocalipsis, donde aparece claramente su misión
de capitán de los ejércitos angélicos en su lucha contra el diablo y sus
demonios.
"Hubo
una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles peleaban contra el dragón, y
peleó el dragón y sus ángeles y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en
el cielo. Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada diablo y
Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra y fue precipitado a
tierra, y sus ángeles fueron precipitados con él. Y oí una voz en el cielo que
decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la
autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros
hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Pero ellos lo
han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio y
menospreciaron su vida hasta morir (Apoc 12, 7-11)".
San Miguel
arcángel es considerado el patrono especial del pueblo de Israel, como se dice
en Daniel 12, 1. También ha sido nombrado patrono especial de la Iglesia
católica, el nuevo pueblo de Dios del Nuevo Testamento.
Igualmente,
es considerado patrono de los jueces y de los que ejercen justicia, pues se le
representa con la balanza en la mano.
Además, por
ser el capitán de los ejércitos celestiales en la lucha contra el mal y contra
el diablo, es considerado patrón de los soldados y policías. También lo han
escogido para patrono los paracaidistas y radiólogos y todos los que curan por
medio del radium; pero es especialmente poderoso contra Satanás. Por eso, los
exorcistas lo invocan como a un defensor poderoso.
Veamos un
caso histórico en el que se basó la película El exorcista y que ocurrió en
Washington, en el hospital de san Alejo, en 1949, de acuerdo a las
investigaciones realizadas por la cadena de televisión norteamericana ABC.
El niño (no
una niña) de unos diez años, era hijo de una familia luterana, que acudió a la
Iglesia católica, buscando ayuda.
El padre
jesuita James Hughes y otro sacerdote que le ayudaba, hicieron el exorcismo
varias veces hasta que expulsaron al diablo.
El niño
quedó liberado y vivió muchos años como una persona normal que, incluso, se
casó y formó una familia. Los sacerdotes exorcistas vivieron también muchos
años más y el diablo no se vengó de ellos, porque Dios no se lo permitió.
En la
realidad, no hubo tantos fenómenos espectaculares juntos como aparecen en la
película. Pocos saben cómo realmente ocurrió. El demonio, por medio de la voz
del niño, dijo:
"No me
iré hasta que sea pronunciada cierta palabra, pero el niño jamás la dirá. El
exorcismo prosiguió y, de pronto, el niño habló con una voz claramente
autoritaria y digna".
El niño
dijo:
"Soy
san Miguel y te ordeno, Satán, que abandones el cuerpo en el nombre de Dominus
(Señor, en latín), ahora mismo".
Entonces,
se oyó un sonido semejante a una gran detonación, que fue escuchada por muchas
personas en el hospital de san Alejo, donde se realizaban los exorcismos. Y el
niño poseso quedó liberado para siempre. El niño no se acordaba de nada, pero
sí se acordaba de una visión de san Miguel, luchando contra Satanás.
Curiosamente, ese mismo día y a esa misma hora en que salió el demonio, esa
misma visión fue vista en la iglesia de san Francisco Javier por varios
sacerdotes jesuitas, los cuales afirmaron haber visto súbitamente una intensa
luz que iluminó el altar principal y la bóveda del altar, y en la que se veía a
san Miguel luchando con Satán. Así terminó felizmente aquella batalla en el
cuerpo del poseso: con la victoria de Dios por medio de san Miguel.
En caso de
posesión diabólica hay que recurrir a María, rezando el rosario, usando agua
bendita, el crucifijo y otros objetos benditos, pero también invocando a san
Miguel.
En el
Ritual de exorcismos se dice:
"Arcángel
san Miguel, príncipe del ejército celestial, defiéndenos en la lucha contra los
espíritus del mal en los cielos. Ven en ayuda de los hombres, a quienes Dios
creó a su imagen y semejanza y rescató a gran precio de la tiranía del diablo.
A ti te venera la Iglesia como su guardián y patrono, a ti te confió el Señor
las almas de los redimidos para colocarlas en la felicidad eterna. Suplica al
Dios de la paz que aplaste a Satanás bajo nuestros pies para que nunca más
pueda mantener cautivos a los hombres y dañar a la Iglesia.
Presenta
nuestras súplicas al Altísimo para que rápidamente vaya por delante de nosotros
la misericordia del Señor y reduzcas a esclavitud al enemigo, la antigua
serpiente, que es el diablo y Satanás, y una vez atado lo envíes al abismo a
fin de que no seduzca más a las gentes.
Escucha
Señor, la súplica de san Miguel arcángel y de todos los ángeles que te sirven:
Dios de poder, repele la fuerza del diablo; Dios de verdad y perdón, aleja sus
falaces asechanzas; Dios de la libertad y de la gracia, desata las ataduras del
mal".
Es bien
sabido que, antes del concilio Vaticano II, se decía, al final de cada misa, la
oración a san Miguel arcángel. Esta oración uvo su origen en una visión del
Papa León XIII en el año 1884. Vio al demonio desafiando a Dios, diciéndole que
podía destruir la Iglesia y llevar al mundo al infierno, si se le daban 100
años para poder hacerlo.
El Papa comprendió que, si el demonio no lograba
cumplir su propósito, sufriría una derrota humillante. Y vio al arcángel san
Miguel que se presentaba a luchar contra Satanás y los suyos en unión con los ángeles
buenos. Después de esta visión, León XIII se encerró en su habitación y
escribió la oración a san Miguel y mandó que se rezara en cada misa como un
muro de contención contra el mal. Lamentablemente, fue suprimida esta oración
con las reformas litúrgicas. Pero sería muy bueno que cada cristiano la diga,
al menos en privado, para pedir la protección del santo arcángel en los
momentos difíciles de la vida. La oración dice así:
"San
Miguel arcángel,
defiéndenos
del enemigo y ampáranos
de todas
las asechanzas del maligno.
Que Dios te
reprima, espíritu maligno,
y tú,
príncipe de la milicia celestial,
arroja con
el divino poder a Satanás
a lo más
profundo del infierno
y también a
los otros espíritus inmundos
que vagan
por el mundo,
buscando la
perdición de las almas.
William
Wagner dice: Conozco una sicóloga, que trabaja en el apostolado de los
drogadictos y prostitutas en las calles de Vancouver, Columbia británica,
Canadá. Entre esos jóvenes está difundido el satanismo, pues muchos llevan su
nombre o imagen en sus camisetas.
En general, lo llevan porque creen que el
diablo es un ser con poder. Ella les dice que mucho más poderoso es san Miguel
que lo echó del cielo. Y les ofrece una medalla de san Miguel. Ellos la reciben
con gratitud y comienzan a invocarlo y a recibir su protección.
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